Música sin rimel I


Música sin rimel es una serie de 50 historias cortas, las cuales fueron escritas día tras día y tienen en común que en cada una de ellas se narra un fragmento de la historia de una chica diferente (a excepción la décima historia) y cuyo tema central en todas es el amor en sus distintas formas de sentirlo y vivirlo. Puede considerarse como el primer proyecto que terminé y por ello me siento orgullosa de él, espero que lo disfruten :)
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02- Marie


Hacía frío, la nieve quemaba sus mejillas y por momentos le impedía seguir; la respiración era cada vez más difícil y el camino se oscurecía a medida que se internaba en aquel oscuro bosque. Sin embargo, no tenía miedo, había pasado ya una semana desde que había sentido algo que ella ni siquiera podía catalogar como miedo, un sentimiento aún más crudo y desgarrador que combinaba el terror, la desgracia, la frustración y el sufrimiento de perder a la persona que más amaba en la vida.
Pero ahora al fin llegaba a aquella lejana choza donde podía refugiarse sin importar el frío o el dolor. Aquel lugar dónde pasaría horas leyendo viejas cartas de amor que ahora resultaban cada vez más lejanas.
"Fuimos dos gusanos que se encontraron en un mismo capullo; fusionamos nuestras almas y nuestro corazón, agregamos nuestros cuerpos y el resultado fue este amor tan puro, libre y hermoso como el de una mariposa. Este lugar será siempre nuestro capullo."
Recordó aquellas palabras y miles de cuchillas invisibles le desgarraron el corazón, todo se tornaba oscuro y una oscuridad aterradora comenzaba a llenar aquel lugar.
"¿Sabías que las mariposas sólo viven siete semanas?"
Lo recordó al mirar la cama, siempre sonriente y positivo, buscando el lado bueno de cada situación.
Así que ellos habían sido afortunados, la vida había confundido las semanas con los años, pero nunca se había olvidado de aquel temible número siete.
Y ahora era tiempo de descansar en una flor y esperar que el destino se la llevara. Al fin y al cabo, ya había perdido la vida entera cuando aquella ala se había convertido en cenizas, qué más daba perder la otra.

03- Caroline


Acababa de dar la vuelta por la Avenida del parque cuando un niño chocó con ella estrellando su pequeña cabeza contra su vientre; su primera reacción fue de ira, quería tomar por los hombros a aquel chiquillo tonto y darle una buena lección.
-Perdón- Alcanzó a decir agitadamente con una dulce y aguda voz y siguió corriendo.
Iba tras una niña de su edad que corría y gritaba agitando los brazos en señal de que estaba ahí. Al ver las curiosas pecas y las largas y rubias trenzas de aquella pequeña, Caroline sintió un nudo en la garganta que le impedía seguir. Miles de recuerdos la invadieron y comenzaron a golpear su mente demostrándole que de nada habían servido tantos años de intentar olvidarlo.
A su mente venía la imagen de aquel viejo hospital donde había vivido encerrada tanto tiempo; recordaba las paredes blancas, las miles de píldoras de colores y las personas grises, los gritos, gente corriendo y gritando por todas partes, inyecciones, tratamientos, llanto, locura. LOCURA.
Se vio a la edad de aquella niña que brincaba frente a ella, siendo tan diferentes. Ella nunca había tenido trenzas, su cabello siempre había sido corto para poder facilitarle a los doctores llevar a cabo aquel novedoso tratamiento que a ella sólo le provocaba mareos y dolor, más dolor del que cualquier pequeño de aquella edad hubiera podido soportar. Tampoco había tenido un vestido como aquel lleno de flores rojas; no había conocido otra cosa que no fueran gastados jeans y batas blancas.
Y ahora Esteban venía a reclamarle el que no pudiera amarlo, le reprochaba su frialdad y se exasperaba ante aquellos llantos a media noche sin razón alguna. Él nunca podría entenderlo, tampoco esa pequeña niña, ni siqiera Caroline misma podía hacerlo a veces. Era demasiado duro entender que había perdido la capacidad de amar cuando se le había negado a ella misma, cuando había sido abandonada en aquel hospital psiquiátrico tras varias semanas de gritos, paranoias y conductas que habían terminado enloqueciendo también a aquella mujer que ya ni siquiera recordaba, a aquel cuerpo sin rostro que le había dado la vida en la tierra y al mismo tiempo le arrancaba la poca parte de humanidad que quedaba en ella.
-Sólo te pido que me ames- Había susurrado él después de hacer el amor, mirando al cielo con cierto reproche.
Sería más fácil para ella volver a aquel hospital de lágrimas y risas que enfrentarse a un sentimiento que siempre le había resultado extraño y abominable.

04- Marguerite

El cigarrillo acabó de consumirse en sus labios e inmediatamente lo9 arrojó al piso para encender otro, aquel era el sexto de la tarde. Miró la mano temblorosa que sujetaba el encendedor y pudo percibir que aún había rastros de sangre debajo de sus uñas.
Debajo de ella se extendía un gran río que comenzaba a teñirse de negro a causa de la oscuridad que comenzaba a reinar en el lugar, unas gotas de lluvia comenzaban a caer y las personas a su alrededor se apresuraban a buscar refugio antes de que la tormenta se agravara.
Pero Marguerite ni siquiera percibió aquel cambio, sus dedos seguían temblando y su mirada seguía fija en ninguna parte, aunque sólo dentro de ella sabía exactamente lo que sus ojos veían.
¿Por qué lo había matado? Porque lo amaba, porque se habían dicho "por siempre" y ella estaba segura de que su amor duraría tanto como sus vidas. Ahora acabado el amor, la vida también debía extinguirse.
Todavía recordaba aquella tarde en la estación del tren cuando lo conoció por primera vez; sólo un chico guapo y nada más. Curiosamente iban hacia el mismo destino y ella caminó despacio detrás de él tratando de adivinar cuál sería su nombre.
-Deja de seguirme- Dijo él al cabo de unos minutos deteniéndose en seco.
Marguerite se sintió ofendida por ello, si bien era un chico guapo, tampoco era lo suficiente como para que ella lo siguiera; si sus destinos coincidían se trataba de una mera casualidad.
Ella intentó ignorarlo y aceleró el paso dejándolo atrás pero pronto pudo sentir sus pasos tras ella y unos fuertes brazos sujetándola por los hombros.
-Angelique, esto es ridículo
-Mi nombre no Angelique- Respondió molesta.
Fue hasta que Paul la tuvo de frente que pudo apreciar bien aquellos profundos ojos marrones y se dio cuenta de su error.
-Disculpa, te he confundido- Susurró apenado.
Tras aquella confusión había venido un café a modo de disculpa, varias horas hablando y de un momento a otro un amor tan intenso que había enloquecido a Marguerite hasta el punto de convertirse en aquella Angelique que Paul tanto decía odiar, pero que en el fondo seguía amando fervientemente cada segundo de su existencia.
Todo se volvió humo y la escena se transformó: frente a ella había una puerta de metal, aquella que conducía a su apartamento, el lugar que ella tanto había amado por los miles de recuerdos vividos con él. Recordaba haber entrado y encontrarlos juntos: no podría olvidar nunca la mirada asustada de ella ni el descaro de Paul, los reproches, las desilusiones y las cientos de verdades que llovieron sobre ella como mil piedras que la herían.
Corrió a la cocina, en la habitación podía escuchar que discutían, los "te amo" de Paul resonaban en su cabeza enloqueciéndola. Entonces lo encontró ahí, brillando y esperándola, era como si aquella fina hoja de metal hubiera sido fabricada solamente para ese preciso instante. Lo empuño con odio y fue a donde ellos; Angelique se estaba vistiendo y Paul fue el primero en notar la mirada furibunda más cuando quiso actuar ya era tarde: el cuchillo había sido enterrado con fuerza en su estómago. Un grito resonó en la habitación y Marguerite fue hacia ella; estaba arrodillada suplicando piedad, tenía los ojos cerrados mas cuando los abrió con terror Marguerite pudo ver que Paul tenía razón: aquella mujer era su propio reflejo hasta que mirabas aquellos grandes ojos verdes llenos de temor que en nada se parecían a los marrones de ella que sólo reflejaban odio. Pensó en arrancarle los ojos, corrió a la cocina en busca de algo que nuevamente pudiera ayudarla pero cuando llegó de nuevo con su asustada víctima no pudo hacerlo: esos ojos la torturaban y le imploraban vivir, le decían que ella no era culpable y que el único que debía morir había sido el hombre que yacía al fondo de la habitación.
Entonces corrió; corrió tanto como pudo hasta que las piernas le dolieron y se detuvo en aquel puente donde nada tenía sentido. Miró su reflejo en el río y sólo pudo percibir a Angelique, una temerosa y arrepentida Angelique con aquellos ojos marrones que la atormentarían toda la vida.

05- Catherine

Naces, creces, te reproduces y mueres.
Vienes a este mundo, sufres, lloras, ríes, te enamoras, te desilusionas, evolucionas, arruinas tu vida y al final terminas con ella.
Al menos eso era lo que había creído siempre Catherine, manteniéndose firme ante aquella postura creyendo que nada cambiaría hasta que lo conoció.
Fue hasta entonces que descubrió que a su definición de vida le faltaba besar, abrazar, confiar, escuchar, soñar, imaginar, tener una casa en el bosque juntos, dos hijos, promesas, cuidados y un por siempre.

06- Thalia

Se puso los cascos y subió el volumen al máximo para aislarse de aquel mundo que no lograba comprenderla, que se dedicaba a juzgarla y hacerle un sinfín de preguntas de las que ellos sin duda tampoco tenían respuestas claras. Los odiaba. ¿Qué más le importaba perderlos? No era su amigo ni parte de su familia, y aún siendo así tampoco tendría ninguna importancia.
Porque se tenía a sí sola y qué más le daba tenerlo a su lado o no. Podía caminar, podía hablar, sus sueños aún seguían dentro de su alma y teniendo algo en qué creer le bastaba para vivir y no darse por vencida; comprendió pronto que el amor de un hombre no lo era todo en la vida. Agradeció aquellos momentos buenos que pasó a su lado, desechó los malos y tomó todo lo que había aprendido a su lado. Era el momento no de borrar la historia pero si de comenzar a escribir una nueva, planear un futuro sin él en el que igualmente sería feliz, sin casas en el bosque ni desayunos con caramelos. Ahora se enfrentaba sola a una vida real y aunque quizás sería más cruda y difícil ahora nada de eso le importaba.
Sacó de su bolsillo un bolígrafo rojo y escribió en sus jeans "que sea cierto el jamás" más a manera de promesa que de recordatorio, se levantó y comenzó a caminar. El otoño comenzaba y las hojas comenzaban a caer de los árboles, pronto vendría el invierno donde todos parecerían secos y sin vida pero a la llegada de la primavera se habrían olvidado ya de aquellas hojas ahora muertas y de ellos renacerían hojas nuevas juntos con hermosas flores que no dejarían rastro alguno de aquel triste y necesario otoño.
Muchas veces Thalia había pensado que su nombre era perfecto para ella, porque ella florecía siempre ante la adversidad, sin importar la nieve, el aire o el sol ella seguiría floreciendo. Mientras pudiera seguir soñando no le importaba perder ese otoño todas sus hojas.

07- Alice

-Despierta, pequeña- Le susurró al oído con dulzura besando su lóbulo.
Ella dejó que los primeros rayos de sol iluminaran su rostro, luego lo miró: aún después de tanto tiempo seguía resultándose el hombre más guapo del universo.
Alice llevaba días esperando aquel momento: irían a esquiar por primera vez y la idea la emocionaba de sobremanera.
A las 12:00 en punto estaban en la cima de aquella montaña, sintiéndose pesados y patosos con aquel equipo de esquí. Por momentos ella intentaba robarle un beso pero terminaba perdiendo el equilibrio y luchando por no sufrir la caída más estúpida del siglo. Pese a aquellas incomodidades y un tobillo lastimado de Alice, el día había resultado maravilloso, no se asemejaba ni un poco a lo que ella esperaba sino que había resultado aún mucho mejor.
Y es que sólo Andrew sabía que el sueño de ella siempre había sido esquiar pero a causa de su frágil salud se le había impedido hacerlo como también sabía que a Alice aquello no le importaba. Eran aquellos detalles los que lo hacían amarlo, eran aquellas ganas de ayudarle a cumplir sus sueños y luchar por ellos lo que la enamoraba a diario y la sorprendía creyendo que cada mañana se encontraba con un nuevo y aún más perfecto Andrew.
Eran las tardes patinando, las noches haciendo el amor y las mañanas comiendo helado en que poco importaba aquel marca pasos de Alice, sólo él había aprendido a amarla como un ser humano y a tratarla como tal; a veces podía ser rudo e incluso herirla pero para ella eso era una muestra de que él nunca la encontraría diferente a los demás seres humanos en cuanto a capacidades, nunca la subestimaría ni la ahogaría en cuidados que le impidieran ser libre. La única diferencia que él hacía en ella por sobre las demás personas era que, aquella mujer frágil era justo la persona que amaba y por la que valía la pena absolutamente todo lo vivido y lo que faltaba por vivir.

08- Mariela

La primera luna del mes, Louis añoraba ese momento cada segundo de su vida. Apenas sintió los rayos de la luna bañar sus plumas éstas comenzaron a caerse una a una y su rosada piel comenzó a tornarse morena, sus pequeñas patas comenzaron a crecer y a aumentar su masa y aquella cara cubierta por plumas y aquel molesto pico comenzaron a formar un rostro humano con una respingada nariz. Apenas se hubo convertido en aquella hermosa forma que tanto extrañaba, corrió con todas sus fuerzas a aquella vieja casa abandonada y maldita. Buscó sus prendas y apresurándose con nerviosismo regresó al lago.
Ella ya estaba ahí, con su humilde vestido blanco y aquellos hermosos rizos que cubrían sus hombros con dulzura. Apenas lo vio corrió a sus brazos y él envolvió su cuerpo por la cintura.
Volvieron a jurarse las mismas palabras de amor y aunque ella le rogaba que esa noche no se fuera pero él tuvo que mentirle.
Porque aquel cuento no tendría un final feliz, no habría una fórmula mágica para deshacerse de aquel fatal hechizo, sólo le quedaba aquella primera luna del mes para amarla con todo su ser, como si el día de mañana no hubiera de volverla a ver.

09- Sthephany

Y mientras miles de personas se preocupan día a día por el trabajo y viven estresados en un mundo gris, esperando autobuses repletos y trabajando en cosas que a nadie le importan; tú y yo no permitiremos que nada así nos pase nunca, nos transportaremos entre nubes y trabajaremos construyendo sueños para luego hacerlos realidad. No nos importarán los demás, ni la vida ni la muerte. Estaremos juntos y eso es suficiente para que nunca dejemos que los colores de nuestra vida se tornen grises. 

10- Austin

-¡Lárgate!- Gritaba él desesperado tratando de apartarla de su cuerpo violentamente pero tan prono como lo lograba ella volvía a sujetarlo de los brazos.
-¡No voy a dejarte!
La batalla se extendió por varios minutos, él gritaba y luchaba pero todo era en vano; ella también estaba vencida y lastimada pero no se daría por vencida.
-No te dejaré solo con esto- Susurró al cabo de un rato Marina.
Él no podía más, quería dejarse caer en aquel césped y si le era posible morir en ese mismo instante.
-Soy un maldito enfermo, Marina. Ya no quiero hacerte más daño.
Ella se acercó y lo abrazó con dulzura, sintió su corazón desbocado y aún temblaba complsivamente.
-En ese caso yo también soy una maldita enferma, y no tenemos porqué hacernos daño.
-Déjame, por favor.
Marina lo miró fijamente, frunció el ceño unos instantes y después se dio la media vuelta.
-Si eso quieres, así será- Dijo firmemente y esas palabras helaron la sangre de Austin -Te dejaré solo.
Entonces comenzó a caminar, luego corrió hasta refugiarse en un frondoso árbol. Sabía que ambos necesitaban tranquilizarse y él más que nadie, necesitaba un poco de soledad para calmarse y pensar mejor las cosas.
Al cabo de diez minutos se levantó y fue hacía dónde había dejado a Austin momentos antes; sin embargo, él ya no estaba ahí. Tuvo miedo por su delicado estado de salud y corrió buscándolo por todas partes, preguntó una y otra vez pero nadie sabía darle razón de él. Siguió recorriendo todo el lugar desesperada hasta que vencida, lo encontró.
No pudo evitar gritar, después corrió hacia él e intentó ayudarlo, confiaba en que aún no fuera demasiado tarde pero no fue así. Las hojas de aquel árbol comenzaban a caer y el viento mecía lentamente el cuerpo de Austin.
Si tan sólo pudiera volver el tiempo solamente diez minutos antes. 


11- Natasha

Llevaba cerca de cuatro horas intentando hablar con alguien. Cada vez que un médico o una enfermera salían a la sala de espera ella los abordaba inmediatamente con la esperanza de recibir una noticia. Sin embargo, la reacción era siempre la misma: la miraba de arriba hacia abajo, fijándose en su aspecto desaliñado y sus ropas andrajosas, le dedicaban una mirada despectiva y con un cortante "no sé" se alejaban de ella como si temiesen contagiarse de lo único que ella les podía contagiar: de pobreza y humildad.
Lloró, se sintió desesperada y quiso entrar por la fuerza pero todo fue en vano. Por momentos deseó que él muriera, no quería que la persona que más amaba en el mundo viviera en aquel lugar de porquería y superficialidad. No quería verlo rodeado de pobres, pero de espíritu; porque aquella era la pobreza más repugnante y vergonzosa: la pobreza del alma.
Vencida se tiró al suelo y se quedó dormida. Apenas había pasado un cuarto de hora cuando la despertó una voz que repetía una y otra vez un nombre que a ella le resultaba familiar. Corrió hacia la enfermera quién sonrió amablemente y le indicó que la siguiera.
-Su hijo está bien, ya ha despertado.
Lo encontró en una cama medio dormido y en cuanto la vio sus ojos se iluminaron. Comenzó a contarle de lo bien que se sentía ya, de lo amable que había sido aquella enfermera y de cientos de cosas más.
Entonces ella se dio cuenta de que había estado equivocada; to noto estaba perdido, aún quedaban personas que realmente conocían la riqueza, la verdadera riqueza de aquel mundo.

12- Karla

Cinco años, diez vuelos, seis años de 18 horas de trabajo diarias para poder pagar el viaje, quinientas noches en vela, mil doscientos presentimientos equivocados, cinco continentes y una gran decepción al darse cuenta de que el amor de su vida, aquel príncipe que durante años había esperado resultaba simplemente no haber existido nunca.
Entonces, al cabo del primer día del quinto año decidió darse por vencida, regresar por donde había venido y volver a una vida donde no había espacio ni tiempo para el amor.
Si tan solo aquel primer día en que emprendió su viaje hubiera esperado un poco, cinco minutos quizás, si en vez de girar a la izquierda lo hubiera hecho hacia la derecha; se habría ahorrado aquella cantidad de tiempo perdido y sobre todo, habría ganado más que un príncipe azul: la verdadera persona que de no haber cambiado radicalmente su destinto, habría sido lo que ella siempre buscó.
Y ¿Cuántas veces no buscamos por todas partes equivocadamente cuando lo importante está frente a nosotros?

13- Luna

Todo había resultado más doloroso desde que había perdido sus alas; ahora era sólo un antifaz, una máscara en blanco y negro que por momentos estaba segura de que carecía de sentido.
Y sin embargo, cada vez que volvía a recordar aquella mirada y por su mente pasaban un par de palabras, sabía que aquel dolor de la carne viva al serle arrancada una parte de su ser no importaba. La sangre, las heridas, todo aquello se cicatrizaría; pero aquella mirada sin antifaz había sido tatuada con sangre en su corazón y aquel par de ojos, de verdad ella nunca podría borrarlos de su ser.

14- Abril

Se miraban todas las tardes. Cuando él subía al autobús la encontraba siempre sentada en el primer asiento, leyendo cada semana un libre nuevo; el de hoy era "El príncipe feliz."
Él siempre se sentaba en el asiento de atrás, se ponía los audífonos y se trasportaba a otro mundo donde no existía nadie más que él y "The Rolling Stones."
Sus destinos eran distintos, a ella no le importaba su pasado y a él lo tenía sin cuidado su presente. Destinos, alma, pasado, experiencias, sueños; todo en ellos resultaba completamente distinto.
La tarde siguiente él subió cansado y de mala gana los cuatro escalones del autobús, había sido un mal día y el calor sofocante de aquella tarde sólo lograba empeorar todo. El autobús estaba repleto y lo irritó aún más el tener que ir parado todo el camino.
Sin embargo, a los pocos minutos sintió una mano tocándole el hombro, "Paint it black" sonaba en su cabeza a todo volumen; miró frente a él y tuvo que bajar la vista para mirar a aquella tímida figura que le ofrecía el asiento.
-Luces cansado.
Entonces el milagro ocurrió: se miraron y fue lo que vieron lo que hizo que todo cambiara radicalmente. El verse a sí mismos a través de los ojos del otro resultaba una experiencia completamente distinta que los sorprendía y en el fondo de su alma les gustaba lo que veían.
Porque todo podía ser distinto en sus vidas pero al mirarse a los ojos habían descubierto que compartían algo, y ese algo era lo único que importaba: esperanza. Qué más daba si el pasado y el presente habían sido distintos cuando ahora descubrían que el futuro podía ser el mismo.

15- Delilah

Secaba sus lágrimas todas las tardes, pasaba noches en vela escuchándolo a través del teléfono contándole como había vuelto a sufrir por enamorarse de la persona equivocada, hacía hasta lo imposible por hacerlo reír cuando se sentía mal y era capaz de darle la vida en el instante mismo en que él se lo pidiera.
Hasta que aquella tarde llegó, entre lágrimas que después de convirtieron en risas que los hacían retorcerse de dolor en el estómago ella no pudo más y se lo confesó.
Él siguió riendo, creyó que todo se trataba de una broma y eso lo hacía aún más gracioso peor al ver la cara de Delilah fría y sin expresión alguna supo que no era un broma.
-Yo, lo siento.- Susurró él disculpándose por su actitud.
Pero ella se puso de pie y comenzó a caminar.
-¿A dónde vas?- Preguntó él.
-Lejos.
Era verdad; lejos, muy lejos de él. Porque era momento de renunciar, porque ella le había dado todo sin obtener nada a cambio y con aquella última risa lo había entendido todo: había sido sólo un juego, risas y nada más para él. Porque era ella quien ahora necesitaba algo más, alguien que la conociera tan bien que pudiera dejar de reír y abrazarla cuando ella le confesara lo que sentía en su corazón. 

16- Fátima

Despertó en medio de sangre y vómito; sobredosis de nuevo, intentó levantarse pero todo le daba vueltas así que prefirió quedarse tendida en el suelo esperando su muerte con lastimera ansiedad.
Su vida pasó frente a ella como miles de borrosas imágenes de las cuales ya no lograba diferenciar una de otra, sólo había golpes, dolor, sexo, drogas, estupideces y ahora todo terminaba tal y como había empezado: con sangre y porquería.
Y sobre todo estaba él, quien alguna vez la había amado, quién le había ofrecido salir de aquel agujero y a quien ella había abandonado y lastimado temiendo que pudiera robarle su libertad; era tan estúpida y pensaba que aquella vida que él le aseguraba de amor y seguridad terminarían matándola poco a poco.
Ahora lo pensaba mejor y era justo esa vida de aventura y emociones que ella había escogido lo que realmente la había matado poco a poco, destrozado el alma, robando lo poco que le quedaba de esperanza y humanidad. Esa vida que la había convertido en un monstruo sin destino, sin libertad, que la hacía depender de sustancias y destrozar su alma poco a poco para conseguirlas.
Si tan sólo pudiera dar vuelta atrás y decírselo, si hubiera tomado la decisión correcta, quizás ahora tendría tres hijos, una casa en la ciudad y estaría cocinando galletas esperando que él llegará de trabajar; una vida estúpida y sin sentido habría pensado alguna vez; hoy le parecía la imagen más hermosa en la que hubiera podido estar.
Pero el hubiera no existía, porque aquello no era un cuento en el que se podía dar marcha atrás; aquello era la realidad, él ya no estaba y ella había tomado el camino de la desolación, lamentarse ya no tenía sentido, esperar mucho tampoco. Total, en el último segundo de su vida poco le servía arrepentirse del pasado.

17- Frida

Terminó de revelar el rollo y tomó la fotos con cierto miedo oprimiéndole el pecho; ahí estaba él. En cada nube, en el rocío de aquellas rosas, en las hojas cayendo del árbol en el que se habían besado por primera vez; no había ningún rostro, todo eran solo recuerdos, memorias malditas que ella deseaba borrar.
Las rompió, quemó los pedazos y arrojó por la ventana las cenizas; pero ni eso pudo borrar el recuerdo de encontrarlo besándose con ella, aquella punzado volvió a golpearla así que salió corriendo a la espera de poder olvidarlo todo; desesperada comenzó a tomar fotografías a todo lo que le rodeaba sin entender porqué; las personas que caminaban, las aves volando, las tiendas, el pavimento; quizás todo aquello podía indicarle que seguía viva.
Se tiró al pasto y siguió tomando fotos desenfrenadamente a cada milímetro de la hierba, a los pequeños insectos caminando e incluso al simple aire que la rodeaba.
-Disculpa que te interrumpa, pero tu cámara es maravillosa- Dijo una voz que la hizo saltar y disparar una foto al azar.
Ella se levantó y lo miró; era un chico apuesto que le sonreía y al mirar su expresión pareció preocupado.
-¿Te encuentras bien?
Ella asintió con la cabeza y se levantó lentamente sin poder despegar la vista de él.
-También soy fotógrafo- Siguió hablando él -Pero no soy muy bueno. ¿Aceptarías un helado a cambio de que me des algunos consejos?
Ella siguió en silencio y asintió sin entender bien lo que ocurría; entendía bien lo del helado y las fotografías. Lo que no lograba entender era como aquel recuerdo que segundos antes la atormentaba y del que estaba segura que no podría olvidar en toda su vida ahora le parecía solo una tontería que apenas si recordaba y por la que no valía la pena perder ni un segundo más.

18- Laura

El silencio reinaba en el lugar, todos sonreían y algunas lágrimas corrían por los ojos de los invitados. Él sonreía y no podía dejar de mirarla, en cambio ella temblaba y no dejaba de preguntarse en su cabeza qué estaba haciendo en ese lugar.
Entonces el sacerdote hizo aquella pregunta que ella siempre había creído que escucharía con emoción pero ahora se daba cuenta de que no era así, esa pregunta solo le confirmaba en su cabeza que todo estaba mal.
Desde que había conocido a Fernando había estado segura de que era el amor de su vida; era dulce, cariñoso, amable y divertido, cuando le había propuesto matrimonio había aceptado sin dudarlo ni un segundo segura de que eso era lo que siempre había soñado.
Sin embargo, la mañana antes de la boda ella había salido, nerviosa, en busca de un último detalle que no había contemplado: necesitaba un broche para su cabello. Recorrió tiendas enteras sin convencerse de ninguno, se decía que era una cosa estúpida e insignificante pero todo tenía que estar perfecto en ese día. Después de casi dos horas entró fastidiada en una tienda de antigüedades sin saber porqué, recorrió el lugar emocionada ante los bellos muebles y las pinturas que veía hasta que un hombre se acercó por su espalda.
-¿Puedo ayudarle?
Laura se dio la vuelta dispuesta a preguntar si en aquel lugar había algo que pudiera ayudarla con su cabello pero al mirar al hombre no pudo contestar.
Carlo, apenas si lo había recordado en los últimos años; pese a ser ya un adulto las facciones esenciales en él no habían cambiado; los mismos ojos pícaros y la sonrisa capaz de derretir cualquiera; Carlo, su dulce amor de juventud con el que había terminado por razones que aún no lograba entender.
Él también la reconoció, sonrió de oreja a oreja y comenzó a hablarle de un sinfín de cosas. Recordaron todos los momentos vividos hasta el anochecer en que ella se dio cuenta de que debía irse.
-¿Puedo verte mañana?- Preguntó él despidiéndose dulcemente de ella, Laura asintió olvidándolo todo por completo y él sonrió -¿Te parece bien a las 12?
Ella volvió a asentir, regresó emocionada a su casa hasta recordar un pequeño detalle: mañana a esa misma hora estaría en su boda.
¿Cómo podía tirar por la borda tantos años al lado de Fernando? Lo amaba, no podía llegar Carlo de un segundo a otro y hacer que todo aquello desapareciera. Se dijo a sí misma que todo era un capricho y debía continuar con su vida como si eso nunca hubiera pasado.
Y ahora se encontraba en el altar, frente a un hombre que ya no significaba nada para ella y sin poder dejar de pensar en Carlo. Ni siquiera tuvo tiempo de decirle al sacerdote que no, que Fernando no era el hombre con el que quería pasar el resto de sus días, tampoco pudo explicarle nada a él; sólo puso correr tan rápido como pudo, quizás fuera una tontería todo aquello, quizás Carlo ni siquiera la amaba y había tirado a la basura su oportunidad de ser feliz con el hombre de su vida, pero después habría tiempo para pensar todo eso porque ahora faltaban menos de quince minutos para las doce y ella no podía llegar vestida de novia a la cafetería. 

19- Lorae

Y con el tiempo descubrió que la soledad era mucho mejor compañera que cualquiera, el sentimiento de estar a su lado era crudo y por momentos dolorosos, pero no insoportable. Resultaba más saludable para lo poco que le quedaba de cordura mental e incluso, cuando su llanto paraba por unos segundos y se quedaba callada, descubría que resultaba aún más piadosa y comprensiva que cualquier otro ser con el que hubiese estado antes.


20- Julissa

Y soñaba con ser su príncesa, su único pensamiento por las mañanas y el primordial por las noches; añoraba aquellos brazos que la esperarían con ansias y la llenarían de caricias aunadas a un millón de besos que la harían explotar de ternura y amor. Soñaba con un futuro a su lado, con miles de estrellas todas las noches y las más dulces palabras a diario.
Imaginaba tardes tumbados en el pasto mirando las nubes, repitiendose el uno al otro lo mucho que se amaban y cómo no podían concebir una vida el uno sin el otro. Soñaba, amaba y se ilusionaba. Sólo soñaba con que él la amara.
Pero al abrir los ojos tneía que conformarse con ser sólo un objeto para él, una muñeca sin vida y sin voluntad; pero de vez en cuando podía sentir que sus sueños eran pequeñas migajas pero al fin y al cabo una porción de lo que vivía a su lado.


21- Paloma

Mi alma se concibio cuando me miraste, mi futuro se forjó con un par de palabras y mi destino se escribió con hierro cuando me besaste por primera vez. ¿Y ahora pretendes que con un "no te quiero en mi vida" todo en mí se esfume, me convierta en cenizas y vuelva a nacer? Confundiste a una débil paloma con un ave fénix, a una indefensa y tonta que te amó con todo menos lo que realmente soy... llévatelo todo, deja que arda mi vida, mi corazón, los restos de este amor, llévatelo, te lo suplico... así una pequeña parte de mí se habrá ido contigo y sólo así sabré que no te dejaré nunca.
El asintió débilmente y con una última pincelada de color negro se deshizo de aquella figura que ahora nada le decía. Hacía mucho tiempo que se había convertido en un retrato gris que sólo lograba causarle penurias y dolor. Ella estaría mejor en ese mundo de las imágenes olvidades, junto a cientos de personas igual que ella con las que podría compartir su dolor y quizás, jugar a superarlo aunque spiera que en aquel mundo eso era imposible. Mientras tanto, él se dedicaría a pintar a miles de aves distintas con las cuales pudiera vivir una nueva experiencia con cada una para después dejarlas volar libremente. Pero si algo había aprendido era que nunca, nunca más volvería a dibujar palomas; resultaban aves verdaderamente irritantes, aves que le temían a la libertad y sobre todo, lo que él menos toleraba: aves con un corazón dispuesto a amar. 


22- Larissa

Caminaron hasta el fin del mundo, se enfrentaron a cientos de tormentas; él la protegió del fuego y ella lucho por él contra las más terribles fieras y los más aterradores temores que surgieron dispuestos a acabar con ellos. Escalaron las cimas más altas y cruzaron las selvas más peligrosas del amor. Lloraron, se hirieron, tuvieron miedo y pensaron en abandonarlo todo; pero no lo hicieron, porque aquello que sentían era más fuerte que cualquier fiera, que cualquier tormenta o que cualquier tortura que frente a ellos se presentaba.
Entonces al fin lograron ganar, demostrarle al mundo que eran más fuertes que todo y comenzar a planear una vida juntos donde ya nada ni nadie podría separarlos jamás.
Y sin embargo, ahora Larissa se encontraba en una banca del parque, sintiéndose estúpida y tratando de contener el llanto...
Nunca entendería aquella estupidez.
Tantas luchas.
Fortaleza.
Confianza.
El vencerlo todo.
Millones de cosas buenas y malas que habían superado juntos.
Y ahora ella estaba sola, sentada en la fría banca de metal, sintiendo que el mundo era una mierda y queriendo regresar el tiempo para así dejarse vencer desde la primer prueba que la vida les había puesto.
Porque de nada servían ya los triunfos y las batallas ganadas si a ella le gustaba salir los viernes a bailar y él prefería quedarse en casa viendo la televisión, porque a ella le gustaba el champagne y el prefería el ron, porque los maullidos del gato le ponían los pelos de punta y no podía soportar la pasta tan condimentada que a Larissa tanto le gustaba...
Al carajo con el fin del mundo. 


23- Bárbara

Lo veía pasar todas las mañanas, podía percibir su aroma y aquella sonrisa arrogante que dibujaban sus labios al saber que era el blanco de todas las miradas. Lo amaba.´
Por él cambió su vida, su ropa y su personalidad. Cambió su nombre, su corazón de carne por uno de cristal y su mundo de sueños por uno de ilusiones vanas y vacías que miles de chicas compartían sin darse cuenta de lo estúpido que resultaba todo aquello.
Lo dio todo y luchó sin cesar
Hasta tenerlo.
Él estuvo frente a ella.
Sonrió.
La miró.
Se acercó.
Tan cerca que pudo sentir su dulce aliento que a Bárbara la congelaba por completo.
Se acercó a su oído a susurrarle unas palabras.
Eso bastó para que ella se convirtiera en piedra.
Se dio cuenta de lo estúpida que había sido.
Ahora ya era demasiado tarde.
Quiso correr, después pensó en morir.
Ya nada de eso servía.
-Me gustabas cuando eras realmente tú, ahora una como tú puedo conseguirla en el momento que quiera.
Se dio la vuelta y la dejó con sus tacones altísimos y su caro vestido rojo.
Porque él tenía razón, pero una vez muerta el alma le resultaba casi imposible resucitar de entre la porquería.
Y si... ¿hubiera un mañana? 


24- Odette

Lo conoció una hora antes de morir. Fue él quien sostuvo su brazo ahora convertido sólo en huesos y le inyectó la última dosis de morfina en un intento desesperado por mitigar su dolor sin darse cuenta que ya lo había hecho minutos antes al susurrarle al oído que la amaba haciendo que todo aquel maldito sufrimiento hubiera valido la pena tan sólo por haber tenido el placer de conocer a aquel hombre que le había dado en 3600 segundos, lo que miles de personas no logran sentir ni siquiera en 50 años: verdadero, puro y único amor. 

25- Pamela

Mientras él la hacía llorar noche tras noche, aquella sombra gris la consolaba y secaba sus lágrimas, contándole chistes malos hasta que ella volviera a sonreir. Mientras él la olvidaba en la profundidad de la indiferencia, el vago fantasma le hacía saber que no salía de sus pensamientos ni un solo segundo.
En un mundo justo donde los sueños se hacen realidad, Odette y aquel gris fantasma hubieran vividos juntos y felices para siempre, llenos de amor en un hogar donde la calidez y la alegría reinarían hasta el fin de sus vidas.
En un mundo real el fantasma se perdió en el olvido, desvaneciendose en medio del dolor mientras Odette seguía sufriendo por aquel hombre cruel que ella bien sabía que no la amaba, con el tiempo había olvidado a aquel fantasma y aunque día tras días se lamentaba el haber tomado aquella decisión, muy dentro de su ser sabía que no podía haber sido de otra forma.